Un modelo de prevención: La violencia doméstica en Costa Rica l Parte 2

Es necesario entender que el violentar de cualquier manera a otra persona en su integridad es pecado, la misma situación que se dio al inicio de la narrativa bíblica con Caín y Abel y siguió emulándose a través de la historia. Actualmente, la violencia en su expresión pública es altamente censurada, sin embargo, la violencia sigue manifestándose tras máscaras de cómo se conduce un automóvil, cómo se desarrolla un deporte o cómo se solucionan los conflictos, especialmente en la intimidad de la familia, aún en las familias cristianas. Tanto en Costa Rica como en todos los países dentro y fuera de América Latina han declarado la violencia doméstica y de género como una problemática de salud pública, dadas las consecuencias que diariamente se presentan. La exministra del Ministerio de Salud en Costa Rica promovió una iniciativa para prevenir tales abusos y ejercicio de la violencia[1].
La Organización Mundial de la Salud ha categorizado las diferentes formas de violencia en el contexto de la familia, citadas a continuación[2]:
1. Violencia familiar.
Se define como los malos tratos o agresiones físicas, psicológicas, sexuales o de otra índole, infligidas por personas del medio familiar y dirigida generalmente a los miembros más vulnerables de la misma: niños, mujeres, personas discapacitadas y ancianos. Dentro de la violencia dirigida a los niños y ancianos se pueden diferenciar a su vez dos tipos de maltrato:
a. Activo: la persona sufre maltrato físico, psicológico, sexual o económico.
b. Pasivo: se refiere al abandono de la persona que no puede cuidarse por sí sola.
2. Violencia de pareja.
Se define como aquellas agresiones que se producen en el ámbito privado en el que el agresor, generalmente varón, tiene una relación de pareja con la víctima. Dos elementos deben tenerse en cuenta en la definición: la reiteración o habitualidad de los actos violentos y la situación de dominio del agresor que utiliza la violencia para el sometimiento y control de la víctima. También se denomina violencia doméstica. Bajo este contexto familiar, Silverio Bello[3]señala los siguientes tipos de violencia:
a. Violencia física: Lesiones corporales infligidas deforma intencional: golpes, quemaduras, agresiones con armas, etc.
b. Violencia psicológica: Humillaciones, desvalorizaciones, críticas exageradas y públicas, lenguaje soez y humillante, insultos, amenazas, culpas, aislamiento social, control del dinero, no permitir tomar decisiones.
c. Violencia sexual: Actos que atentan contra la libertad sexual de la persona y lesionan su dignidad: relaciones sexuales forzadas, abuso, violación.
d. Violencia económica: se relaciona con el abuso del dominio financiero en el hogar. El abusador controla el dinero, toma las decisiones sobre su uso e incluso llega a impedir que la otra persona trabaje.
Según el Observatorio de la Violencia de Género contra las Mujeres y Acceso a laJusticia, Entre el 1° de enero de 2010 y el 31 de diciembre de 2020, fueron solicitadas un total de 533,692 medidas de protección, para un promedio de 133 medidas de protección por día. En la mayoría de los casos, son mujeres las que solicitan la protección en contra de hombres (pareja sentimental, cónyuge, hermano, padre, tío, abuelo, novio, primo, entre otros) tal y como lo reflejan los gráficos de medidas de protección según sexo de las personas involucradas y provincias, elaborados por el Subproceso de Estadísticas del Departamento dePlanificación[4]. Un cálculo más impactante resulta al analizar un poco más estas estadísticas: En Costa Rica, durante diez años, aproximadamente cada doce minutos se solicitó una medida de protección por alguna forma de violencia doméstica.
En medio de números y estadísticas, la pregunta que surge es: ¿Y qué estamos haciendo como iglesia? ¿Cómo respondemos siendo portadores de la imagen y semejanza de Dios? La iglesia del Señor, teniendo la verdad del evangelio en sus manos y conociendo su poder transfomador, debería responder asertiva y compasivamente ante las necesidades de miles y miles de hombres, mujeres y niños que están enlodados en la miseria de la violencia doméstica, permitiendo que el Señor a través del ministerio de la consejería, la palabra, el cuerpo de Cristo y sobre todo del Espíritu Santo, sean transformados en su corazón, de raíz y no simplemente en la modificación de una conducta que sigue siendo volátil. Aprendamos a responder ante el pecado con la verdad del evangelio.
Alonso Angulo L.
alonso@levantacr.org
[1] https://www.scielo.sa.cr/pdf/amc/v49n4/3539.pdf
[2] https://www.who.int/violence_injury_prevention/violence/world_report/es/summary_es.pdf
[3] Silverio Bello. Ética Pastoral para elministro de hoy. (Venezuela. 2012).
[4] https://observatoriodegenero.poder-judicial.go.cr/index.php/soy-especialista-y-busco/estadisticas/violencia-domestica
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